Seis millones de europeos viven casi al margen del resto de la población. Son gitanos, una comunidad históricamente maltratada a la que las autoridades no consiguen integrar en las sociedades de la Unión Europea. Bruselas intenta situar este reto en el centro de las políticas sociales, aunque los progresos son limitados. “Realmente tenemos un problema con los gitanos”, admite la vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de Justicia, Viviane Reding, en una entrevista con este diario. La segregación en las escuelas, la discriminación laboral y la agrupación en guetos impiden la mejora de este colectivo, según denuncia la Comisión Europea en un documento al que ha tenido acceso este diario.
La exclusión de los gitanos es una espiral difícil de romper. Los niños se escolarizan tarde y les cuesta adaptarse al resto de los compañeros. Esas dificultades, unidas al rechazo de muchos padres, propician el fracaso escolar. Sin estudios, los gitanos tienen pocas posibilidades de encontrar empleo. Y finalmente acaban malviviendo en comunidades cerradas y con pocas vías de escape.
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